Anhelando lo que otros dan por hecho que no necesito, me escondo detrás de la máscara más fea y oscura de mi armario. Mis labios ya no se acuerdan de cómo pedir afecto; ahora prefieren jugar a la ironía y a la insinuación, y ninguna de mis dos nuevas habilidades consiguen saciar mi sed. Quiero llegar, quiero poder alcanzar el calor de las manos que regaron las primeras flores de mi jardín, pero mientras más cerca quiero estar más fuerte siento la necesidad de huir. Y es que cada vez me asfixia más saber que cuando se acaban las excusas, los decorados y las palabras de guión dejamos de existir.
Hoy, una vez más, me voy del único lugar donde quiero estar.