domingo, 8 de diciembre de 2019

La condena sin fianza.

Jugando a ser arquitecto diseñé los planos de todo lo que algún día empezaría a vivir. Deseé tanto vivirlos que ya conformaban mi realidad sin tan siquiera haber sido parte de ella. Pero cumplir mis expectativas se convirtió, cada vez más, en un arduo trabajo. De casas del árbol a rascacielos. De llamas a incendios. De tener nada a querer todo.

No hace mucho, terminando una botella en el salón de una casa que no voy a volver a pisar y dejando atrás muchos fracasos, Soles que no se hicieron para iluminarme y algún que otro cadáver de entre los que incluyo el mío, me di cuenta de que la vida era una broma y yo me la estaba tomando demasiado en serio.