lunes, 17 de mayo de 2021

A todos los hombres que nunca querría haber conocido.

Yo siempre había confiado a ciegas en aquellas almas que alguna vez me enseñaron lo que era el querer. Yo he estado ahí, una y otra vez, luchando por la validación y afecto que no encontraba en estas cuatro paredes y creía poder descubrir en otros cuerpos. Y no toqué fondo hasta que advertí que mi tranquilidad siempre dependía de un hombre que no era yo; que había depositado todo mi bienestar en manos de personas que no tendrían ningún pudor en destruir todo lo que un día les confié. Seres a los que nunca les importó ser el foco de mi destemple. Esos hombres que llegaban sin cesar, uno tras otro, y yo sin querer a ninguno pero necesitándoles para quererme; exigiéndoles el amor que no encontraba en mí.  

Quiero perdonarme, una vez más, por todo el daño que me he hecho sin conocer piedad. Por esos mensajes que no tendría que haber enviado, por las veces que me he conformado con menos aun mereciendo más, por haber permitido que me pusieran en una posición que no me corresponde, por luchar por la atención y el cariño que nunca me pertenecieron e identificarme con un valor nefasto. Por las veces que he sido sombra y no luz, y el tiempo derramado en rostros angélicos que escondían el peor de los engendros. Por el sexo que he tenido sin desearlo sólo porque alguien me abrazara. Por convertir mi ilusión en temor y mi amor en odio.

Esta es mi entrada de aversión y repulsión. Entre estas líneas se esconden historias que piden a gritos salir de mí, que me están envenenando y ya no sé dónde dejarlas. He enterrado una parte de mí con cada uno de vosotros.