Los monstruos sí existen
Los que venimos del invierno sabemos cuándo se acerca el momento de despedirnos de los rayos de sol. He fingido que podía quedarme a vivir aquí, en la luz que tanto anhelé en los años más turbios de mi vida, pero las llamas se están esfumando y yo me estoy quebrando los huesos intentando huir de la oscuridad.
Los monstruos sí vienen por la noche, nunca fue un cuento para niños. Pero si algo me asusta más que ellos es que la felicidad se sienta tan efímera y el dolor, en parte, sea como volver a casa.
No quiero desaparecer
Me visualizo desde fuera y no consigo reconocerme. Estoy constantemente rodeado de gente y, sin embargo, me siento más solo que nunca; como si no perteneciera a ningún lugar. Personas que hablan pero no escuchan, personas centradas en sus propios intereses sin importar las consecuencias. "¿Seré como ellos?" me pregunto, despavorido, en más de una ocasión. Y es que últimamente siento una tremenda culpa al darme cuenta de que estoy priorizando el fin sin importar los medios, siendo ese fin mi utopía de felicidad y los medios las personas que más quiero.
Llevo un tiempo sintiendo que no pertenezco, que no estoy. Que me estoy yendo o que ya me he ido. Que me estoy borrando de la vida de todos.
Escala de grises
He visto todas tus luces y sombras, tus virtudes y defectos. Te he sentido hogar, pero a veces, he tenido la impetuosa necesidad de huir. Me has salvado, pero también me has dejado noches en vela y mañanas con ojeras. Te he sentido afín y alguna vez he pensado que somos polos opuestos. Me has dado paz pero también la peor de las guerras. Has curado heridas y has abierto otras ya cicatrizadas. Has sido cómplice y adversario. Has sido música y silencio. Has sido pena pero también gloria. Has sido el faro donde van a parar todos los barcos y el iceberg que los destroza. He tenido la certeza de que tengo que dejarte ir, pero también de que te quiero seguir eligiendo.