viernes, 18 de agosto de 2023

Málaga no es la misma sin ti.

Desde la terraza más alta que he encontrado por el centro, observo la ciudad que me enseñó que la vida puede tener más luces que noches oscuras y que, sin duda, merece mucho más la pena que lo que hay ahora mismo en mi vaso. No siempre he sabido verlo; me he refugiado en cuerpos y almas vacías, en decisiones absurdas y en la excusa de que vivir se basa en cometer errores. En las ansias de juventud y, en cierto modo, de recuperar algún tiempo perdido. En querer ir siempre un paso por delante y no ser capaz de disfrutar cada una de las paradas, todas dignas de saborear. 

Entre sorbos no paro de pensar. Mi mirada se clava en un punto concreto: una de las calles donde más feliz he sido en toda mi vida y que prometí no volver a cruzar jamás. Sigo sin ser capaz de asumir que ya no andamos por ella de la mano y que nuestro recuerdo se vuelve, cada vez más, en algo borroso a lo que me quiero aferrar pero que está dejando de existir. Me he acostumbrado a verte a través de una pantalla, a no saber de ti, a enterrarte con vida y, como es habitual en mí, a seguir sangrándote en noches como estas. 

Observo la ciudad que me ha dado tanto, aunque me grite tu nombre en cada rincón. Y me pregunto quién me echaría de menos si algún día me voy de aquí. Creo que me da miedo saber la respuesta.