domingo, 3 de abril de 2016

"Ya lo había superado."

El Sol empezaba a esconderse y su pelo seguía un poco húmedo por la ducha. Se estaba acabando de maquillar y no podía dejar de pensar en lo radiante y explosiva que estaba esa noche. Se sentía poderosa, al control de la situación. Sonó el timbre y terminó de pintarse los labios de un rojo intenso, lanzó un beso al espejo, se echó perfume -más de lo normal- y fue a abrir la puerta. Fue un saludo incómodo, no tenía claro cómo irían las cosas pero estaba evadida por la euforia de esa noche. Bajaron por el ascensor y no dejaron de mirarse a los ojos mientras hablaban del frío que hacía esa noche y de lo bien que le sentaban esos vaqueros. Se subieron en el coche y fueron a cenar. La euforia desapareció cuando se besaron justo antes de entrar al restaurante. Una vez allí no dejaron de hablar, bueno, ella escuchaba y él hablaba casi todo el rato. Entrelazaron los dedos y ella sólo quería irse de allí. Se sentía mal, quería dejar de mirar de un lado a otro por si le veía, quería dejar de desear que la persona que estaba cenando justo en frente de ella fuese la misma persona que le enseñó ese restaurante y le dejase rota unos meses después. Pero no, no podía irse; sería sinónimo de perder otra vez, quería dejar de ser la débil, la que lloraba por las esquinas recordando cada momento. Ella ya lo había superado -o eso quería hacer creer al resto, pero sobre todo, eso es lo que quería hacer creer a ella misma.-
Con los ojos rojos sonrió y fueron a beber al primer pub que pillaron, sonaba "Carolina" de M-Clan cuando decidieron ir a casa a tomar la última.
Tomaron un chupito y fueron a la habitación sin dejar de besarse. Se puso encima de él y se quitaron la ropa en menos de lo que empezaron a gemir. Follaron de la forma más fría que había experimentado nunca, una y otra vez. Su corazón latía muy rápido y no podía evitar sentirse sucia cada vez que proyectaba su imagen en la persona que se estaba adentrando en ella.



Podían tocar todas las partes de su cuerpo, podían besar cada rincón y podían morder cada esquina, pero ninguno era ya capaz de tan siquiera rozar su alma. 

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