Vivías como una rosa con punzantes y afiladas espinas para así protegerte. Aunque nunca vayas a reconocerlo, eras una rosa con mucho miedo, pavor y cobardía. ¡Y para no tenerlo! Siendo tan frágil e inofensiva cualquiera podría arrancarte para jugar contigo, colocarte en su pelo, ponerte -ya sin vida- en el salón de su casa o vete tú a saber. Eras una rosa distinguida, elegante, llamativa y vigorosa, pero no te lo creías. Siempre has sido insegura. De hecho, nunca te creíste especial; nunca te sentiste tan hercúlea como aparentabas porque tú y yo sabemos que esas espinas no sirven de nada cuando el daño no pueden hacértelo desde fuera.
Querida rosa con espinas de farol: solo tú puedes hacerte marchitar.
Queridas personas que alguna vez me rompieron el corazón: no sufráis, no ha sido nada. Yo me lo rompo cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario