Te busco en las paradas de autobús, por si es que tu billete va de retraso. Te busco en el vuelo de las palomas que imitaste para volar alto y lejos, donde no puedo verte. Te busco en los rincones de mi cocina a las ocho de la mañana, o en el café que cada día me sabe más amargo. Te busco en ojos marrones en los que no me pierdo y en labios que no me saben a lujuria. Te busco en los dos últimos asientos del cine a las doce de la noche, en la pizzería de debajo de tu casa y en el columpio que ya no juega a balancearse. Te busco en el último lugar donde no tuve que buscarte, por si es que decides volver a regar estas flores que se están pudriendo dentro de mi ser.
No dejo de buscarte; en cada persona que no lleva tu nombre, en cada habitación que no es la tuya, en cada aurora que no brilla con tanta fuerza desde aquellos meses. Te busco y te busco. Te busco y no te encuentro. Te busco y no quiero encontrarte. Te busco y, en el fondo, a quien me quiero encontrar es a mí.
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