jueves, 12 de octubre de 2017

Semáforos en rojo.

Hace poco menos de un mes desde que me mudé a la ciudad. Mi Málaga, mi provincia desde que nací pero de la que nunca pude disfrutar en su plenitud hasta ahora. Pero esto no es lo único que ha cambiado en mi vida, ni de lejos... No es que esté viviendo en otra página, es que estoy empezando otro libro y con muy buena letra -y eso que mi letra se caracteriza por ser ilegible...-, pero esos cambios me los reservo para mí. Espero seguir madurándolos.
El otro día salí a comprar y me di cuenta de la cantidad de semáforos que había -no estoy muy acostumbrado a ellos- y de que no existe un tiempo más malgastado que el de la espera en un semáforo en rojo. Me hizo pensar que muchas veces no necesitamos ningún semáforo en rojo para malgastar el tiempo. De hecho, casi siempre vivimos con un semáforo en rojo en frente metafóricamente. Vivimos estando a la espera de una señal, de un camino libre, de un recurso fácil y seguro. Vivimos con miedo y nos creamos límites. A veces, incluso parece que estamos a la espera para comenzar realmente a vivir. Os invito, y me invito, a cruzar sin miedo. Y si sigue en rojo... a mirar muy bien por los dos lados y cruzar corriendo, porque la chispa de la vida muchas veces se encuentra saltándose un poquito las normas.

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