En la soledad de esta noche me siento la persona más alejada de aquella a la que juego ser.
Esta noche de mediados de septiembre y rodeado de recuerdos ya incrustados en mi memoria quiero preguntarme si llegará el día en el que deje de tener miedo a caminar sin armas de doble filo. Quiero saber si el elegante, atrevido y narcisista disfraz que llevo defendiendo durante años sigue engañándome a mí y al resto, o si es que me ha dejado completamente fuera de juego. Quiero hablarme y saber si algún día dejaré de vivir con la sensación de que tengo que alcanzar algo impuesto por mí y machacándome porque ni yo mismo me alcanzo. O si llegará la noche en la que no sienta que llevo tatuada una fecha de caducidad para ojos ajenos. Me grito pero no contesto. He encarcelado a mi corazón y sentenciado a mi alma.
La soledad de esta noche de diez años me está obligando a comprender que me estoy haciendo sangrar más que aquel dolor del que intento protegerme.
No quiero olvidarme de mí.
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