Todavía no he conocido a nadie que escriba y no esté triste, pero sí he conocido a quien lo hace para matar monstruos que otras personas ya no pueden matar por él.
Encontré mi versión más acústica en un fuego que dejó de quemarme para hacerme inmune. Ahora sólo hay ruido y ecos que susurran un nombre que me niego a olvidar, y yo lo único que sé es que tengo el alma hecha pedazos y un par de botellas de la ginebra más barata que he encontrado escondidas en el armario. He aprendido a volar a la altura y velocidad de un cernícalo y ya no recuerdo lo que es vivir a la sombra de nada ni nadie, pero mis huesos se están congelando tanto que dudo si otras manos serán capaces de nivelar el frío.
Y, sin embargo, lo único que me sigue quemando hasta morir es que ahora me conforme con que sólo me quieras de aquí a la Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario