Las noches duraban cinco lustros, las ventanas de mi habitación se volvieron opacas y la melancolía se hizo un hueco en el lado izquierdo de mi cama. La oscuridad presidió mi vida y no fui capaz de ver a nadie otra vez. Las personas a las que intentaba acercarme se esfumaban tan rápido como el humo del cigarro que te gustaba fumar antes de desayunar, y yo ya estaba cansado de que se me quedasen frías las tostadas.
Entonces, en el silencio que se manifiesta después de romper una vajilla entera de ilusiones, el DJ volvió a poner la música. Y las luces se encendieron, y las rosas volvieron a florecer, y los pájaros continuaron piando al amanecer, y yo seguía esperándote para bailar.
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