Abriéndome demasiado
Sólo en medio de la pista
En algunos juegos me toca enfrentarme a un rey de espadas con un dos de basto. En otros a reinas con peones. A veces, también hago frente a gigantes, monstruos y seres irracionales que sólo yo puedo ver, y cuando me toca plantarles cara nunca llevo arma blanca, sólo la madurez y experiencia de cómo esquivarlos o hacer que sus golpes sean menos dolorosos. Así que se puede decir que tengo veteranía en combatir aun sabiendo que no tengo mucho que hacer.
Pero ahora siento que no me han repartido mis cartas, y no sólo eso, es que tampoco me han presentado a los rivales de otro mundo a los que me enfrento. Y es que estoy jugando a la partida de la vida con un hambre feroz de situaciones y experiencias que han nacido en mi cabeza y no se están saciando en la realidad, y cuando aspiras a más de lo debido y no consigues ni la mitad no importa cuántos ases tengas bajo la manga.
Une nuit en novembre
Me sobra el jersey de cuello alto en el bar donde probé la que, hasta entonces, se convertiría en mi cerveza favorita con sabor a osadía. Tú hablabas sin parar, yo pensaba el doble y finalmente encontramos el punto medio en nuestros labios. Me convertí en Dios durante un par de horas y me dejé admirar, observado por la catedral más bonita de Croacia. Recojo mi ropa y el sinsabor. Te dejo en la habitación y me asomo al balcón, por si es que él finalmente apareciera. Una bandada de golondrinas encerradas en una jaula. Junio en noviembre. Mi perfume en tu almohada. No te debí besar.
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