martes, 28 de abril de 2015

Quizás sabe demasiado...

Quizás sabe demasiado como para verme como el resto de la gente consigue hacerlo. Quizás el hecho de conocerme tan bien, de saber mis lados más oscuros y verme al filo de situaciones tan extremas es lo que ha conseguido el distanciamiento poco a poco; no físico, pero puedo sentir cómo cada vez nos encontramos más lejos mientras cenamos en la misma mesa cuadrada.
Sé que lo intentas, pero sé que nunca lograrás entenderme. Créeme, ni yo mismo consigo hacerlo.
En cuanto a ti... te he decepcionado desde hace mucho tiempo. Los dos sabemos que somos polos casi opuestos y que la mayor parte del tiempo solo consigo -y consigues- que cualquier palabra que crucemos acabe en discusiones absurdas. También sé que intentas con todas tus fuerzas entenderme, pero como he dicho, ni yo mismo puedo hacerlo.

La conclusión que he sacado sobre esto es que todos tenemos dos caras: la que mostramos al resto de personas -la que suele caer bien y muestra simplemente la parte de nosotros que queremos enseñar- y nuestra verdadera cara; esa cara que puede ser espeluznante, la cual repelería a cualquier otra persona -o puede ser aún mejor que la otra cara-, pero yo hablo por mí y, lo único que sé es que las dos únicas personas que han conocido ambas partes de mí cada vez se alejan más.

sábado, 11 de abril de 2015

Cuando vuelvas...

Supongo que no me quedó más remedio que irme.
Sobra decir que no es lo que quería, en absoluto. Pero creo que, a veces, hay que saber cuándo es el momento de decir adiós.
Rendirme nunca fue una opción para mí. Suelo ser muy persistente con todo lo que quiero. Considero una derrota y una decepción hacia mí mismo rehusar de aquello que anhelo o ansío. Pero supongo que, simplemente, necesitaba rendirme esta vez.
Y posiblemente esté aquí cuando me solicites. Al fin y al cabo, todo ocurre cuando tú quieres. Seguramente nunca encuentre a nadie que me de lo que tú me das. Y probablemente, cuando vuelvas, siga esperando... o no.

jueves, 9 de abril de 2015

Mi otro yo.

Quiero hablaros de mi otro yo. Esta entrada no es especial, ni bonita, ni voy a utilizar un vocabulario tan específico para definir lo que siento. Simplemente quiero escribiros sobre mi peor enemigo, la única persona capaz de hacerme daño. Un daño tan espeluznante como agresivo; os estoy hablando de mi otro yo.
Normalmente ese "otro yo" se encuentra ausente. Puedo ocultarlo y vivir con normalidad. No me gusta darle toda la libertad que pudiera e intento demostrarle que soy más fuerte que él en diferentes ocasiones.


Es como tener a una fiera hambrienta dormida en una habitación blanca de cuatro paredes mientras descansas a su lado. Ahora mismo no va a hacerte nada, pero sabes que en el momento en que despierte te va a aniquilar sin ningún tipo de piedad.
Y así ocurre... simplemente despierta y se apodera de mi. Afortunádamente solo en ocasiones puntuales. Dejo de sentirme yo, no pienso con claridad y soy consciente de ello. Me susurra ordenes que cumplo sin queja, totalmente sumiso a lo que me dicta. Siento cómo la locura se apodera de mí.

Dicen que es bueno tener un poco de locura en tu interior, pero os aseguro que esta no es de ese tipo de locura. Creo que siempre ha existido en mí, desde que era pequeño; esos arrebatos insanos ligados con angustia, pánico y ansiedad.
¿Sabéis qué es lo peor de todo? Que no sé cómo pararlo. Mi mente es muy cuadriculada y necesito tenerlo todo bajo control y ordenada a mi gusto. Pero no es así con esto. Durante esos "momentos de locura", como yo los llamo, dejo de ser yo. No sé cómo detenerlo y no sé cómo ayudarme.
Pero, tranquilos, llegará el día en el que consiga terminar con él; soy más fuerte que él.