Supongo que ir a contracorriente ha sido siempre lo mío, no por gusto o porque yo lo haya escogido; lo llevo en la sangre y no me ha quedado más remedio que lidiar con ello. Un error de fábrica, defectuoso, un huracán en plena erupción. No sé no saltarme las normas, ir en línea recta, mantener un orden, tener horarios o cadenas. Que la concepción de "vida perfecta" no va conmigo, que a mí me aburre. Que yo necesito saltar al abismo, tropezar cinco veces con la misma piedra hasta que me deje una cicatriz de por vida, lanzarme a la piscina sabiendo que está vacía y que me de igual el golpe porque me gusta saltar y sé que disfrutaré haciéndolo.
Pero, después de todo esto, sabiendo cómo soy y cómo suelo acabar con todo sigue habiendo una cosa que me martiriza: ser insuficiente. Ser insuficiente como para tener todo lo que digo que me "aburriría" tener; quizás me estoy convenciendo de ello porque me da miedo volver a construir castillos de arena que se derrumben con la primera ola. Porque así es como acaba todo lo que toco, todo de lo que formo parte. Y ojalá no tuviese que afirmarlo con tanta fuerza pero desgraciadamente no me queda nada de inocencia y se ha esfumado toda a base de golpes llenos de sangre. "Todo esto te hace más fuerte", no quiero ser fuerte, quiero ser feliz. Quiero dejar de tener que disfrutar a medias todas las cosas buenas que me pasen, sabiendo que son momentáneas, que no me pueden pasar a mí. Y en efecto, nunca me equivoco. Quiero derretir esta coraza, quiero dejar de vivir disfrazado de lobo y ocultar todo lo que hay en mi interior, lo que realmente soy. Y que nunca se olvide que detrás de las garras se esconde un corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario