martes, 6 de diciembre de 2016
Oxígeno.
Descubres que las noches son más divertidas cuando no las pasas solo, que ese examen de Historia de España no era tan relevante y que sigues vivo por muchas veces que le hayas dicho a alguien "sin ti me muero" y ya no esté. Te das cuenta de que nada es tan importante; que no existe la felicidad plena pero tampoco la infelicidad, sino momentos más felices que otros. Aprendes la importancia de rodearte de personas que te den oxígeno, que sumen y no resten, que no duelan. Por otra parte, dejas de creer en cuentos y llegas a la conclusión de que al fin y al cabo lo esencial que buscas en una persona es que te ponga -una sonrisa también- y te haga reír. Y está bien así.
He dejado muchas partes de mí en el camino para llegar a este tipo de conclusiones, pero ni siquiera me interesa volver atrás para recuperarlas. Me quiero así. Y me quiero desde cero.
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