Son casi las tres de la mañana y me acercas a casa con el coche. Beso incómodo y hasta mañana -o hasta nunca, porque para qué dar cosas por hecho a estas alturas-. Por un segundo no siento las llaves en el bolsillo del pantalón y me da un mini infarto hasta que las palpo en el de mi chaqueta. Entro a casa aún con la camisa medio sacada del pantalón, despeinado y el cinturón sin abrochar; me lavo la cara y me siento en la cama. Pongo un disco de Zahara mientras pienso en lo invisible que me siento para tus ojos. Y obviamente no es que no me veas, claro que me ves, pero jamás has sabido ver más allá de mis chaquetas de cuero y mis chistes malos sobre las modas del dos mil. Nunca te has parado a ver cómo sonrío mientras miro las estrellas, cómo disfruto bailando en ropa interior delante del espejo o lo mucho que me gusta ir al cine en la "hora golfa". Me haces tanta sombra que no puedes ver mi esencia, mi magia; me haces tanta sombra que no puedes verme. Pero ya no me importa que se pudran estas rosas que nunca florecieron; y ojalá sintiese que me sigues importando lo suficiente como para seguir buscando motivos para quedarme; pero que nunca se confunda lujuria con amor, y tú jamás vas a ser lo segundo.
Dibujo: Beatriz Prados (@beatriz_prados)
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