domingo, 16 de octubre de 2016

Ahora quema.

Sediento de beatitud persigo cualquier claridad escondida en la opacidad de mi ser. La tanteo y me sumerjo en ella; se está bien aquí, parece que los monstruos no habitan bajo el destello de las estrellas fugaces. La lujuria roza mis labios y el ansia me oprime el pecho. Ya no me conformo. El fulgor me ciega, ya no sé está bien, ahora quema.
Y una vez más convierto en oscuridad la luz.

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