
Me gustan las personas que lo dan todo. Esas que bailan su canción favorita a las dos de la mañana delante del espejo con los auriculares puestos; a las que les propones cualquier plan a cualquier hora y se están vistiendo antes de colgar el teléfono. Me gustan las personas que disfrutan el último trago como el que más. Las que besan fuerte, con ganas. Porque si algo he aprendido es que las cosas o se hacen con ganas o no se hacen. Me gustan esas personas que por muchas opiniones que escuchen, por muy claro que tengan que se van a dar la hostia de su vida, siempre hacen lo que quieren hacer. Me gustan las personas que persiguen al tren que más les gusta aunque les arrolle de nuevo y que, aunque parezcan de acero, son las más delicadas.
Me gustan las personas que se enamoran y no tienen miedo. O bueno, quizás un poquito. Pero les da igual; prefieren sufrir y coleccionar otra cicatriz antes que sentir a medias. Esas que entregan su corazón -aunque esté lleno de tiritas- y a veces se pasan de cursis.
Casi nunca me oiréis decir demasiadas cosas buenas sobre mí, y mucho menos escribirlas; pero yo soy una de esas personas. Y no os voy a mentir, a veces duele, pero juro por mi vida que el día en que muera tendré la satisfacción de no haberme quedado con las ganas de nada.
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