sábado, 17 de noviembre de 2018

El día que dejé de imaginarte.

Tenía claro que algún día volvería a verte: en la parada de autobús donde juré odiarte toda la vida, en la calle paralela a mi casa o en aquel bar donde el tiempo se convertía en abstracto entre cervezas y copas. Me daba miedo volver a imaginarte frente a mí. Mano con mano, cuerpo con cuerpo, labios con labios. Y es que no tardé más de veinte segundos en advertirte en los ojos verdes más envidiados por los amantes del arte. Te leía como a un poema de Benedetti, me escuchabas como a un disco de tu grupo indie español favorito y nos desnudábamos mucho más allá de quitarnos la ropa como dos almas ansiosas por fusionarse todo lo que la física les permitiese. Contigo se han ido los monstruos de debajo de mi cama y el invierno me ha prometido ser menos frío este año. Hoy me alimento de tu forma de reír y de querer, y me doy cuenta de que no existe nadie con más suerte que la mía. Y es que ahora que no tengo que imaginarte, lo único en lo que puedo pensar es en lo triste que sería un día sin tu magia, lo fea que sería Málaga sin ti y lo desgarrador que sería que no hubieses provocado un pequeño big bang en mí cuando clavaste tus pupilas contra las mías.

Imagen relacionada

viernes, 28 de septiembre de 2018

Coraje.

He desafiado a la mala suerte con la certeza de que esta vez no me iba a vencer. He dado un golpe en la mesa observando cómo el mundo se paraba en menos de un segundo para oírme gritar; y es que ahora estoy en la cima de un volcán que me ha dejado quemaduras de por vida pero del que no esperaba salir respirando.

Y con la garra y firmeza de un águila real planto cara a todo a lo que un día le tuve miedo, y sólo me ha hecho falta un espejo para hacerlo.

Imagen relacionada

martes, 4 de septiembre de 2018

Al quitarme capas.

No hay colores,
y por supuesto nada brilla aquí.
No hay fiestas con fuegos artificiales
ni barra libre de cerveza. 
No hay paz, 
no hay océanos sin marea
ni bailes bajo la luna. 
No hay nada de lo que pudiste imaginar
la primera vez que me viste.
Así que no,
no te culpo.
Yo tampoco me quedaría.

miércoles, 15 de agosto de 2018

El renacimiento.

La estrella del rock dejó de brillar sobre el escenario. Y es que a excepción de tres, quizás cuatro fans incondicionales y un par de drogadictos que siempre lo dan todo en primera línea, al resto de mortales parece no importarles sus nuevos acordes. Su canto ya no se ahogaba bajo los gritos entusiastas de un público que sabía sus canciones como si fuesen suyas y del que pareciese que sus vidas se hubiesen detenido durante un par de horas y lo único que les importase fuera no quedarse afónicos para el siguiente tema. La fama, el dinero, el afecto, la euforia, el sentir que haces el amor haciendo lo que más te gusta sabiendo que otras personas se están corriendo por ti. Ya no quedaba nada.

Pero no estás solo, rockero mío. Yo también me siento como si estuviese pasado de moda. Como si en mi propia vida jugase un papel secundario; como si sólo fuese un recuerdo que otras personas quieren volver a revivir sin asumir que ya está muerto. Me he convertido en una leyenda de la que hablan en pasado. Y aunque me gustaría seguir vivo para alguien más, me he dado cuenta de que sólo necesito a un admirador quedándose afónico en la segunda canción: yo mismo.

Resultado de imagen de art tumblr

miércoles, 18 de julio de 2018

Mi derrota.

Me rozas la mano con el dedo meñique, con miedo, como si de repente me hubiese convertido en una bomba de relojería sensible al mínimo contacto. Te miro a los ojos y antes de darme cuenta estoy probando tus labios en el Opel Corsa que deberías haber cambiado hace años. Me aseguro de que estamos lo suficientemente lejos como para que alguien pueda vernos y la ropa deja de ser una necesidad básica durante los próximos treinta minutos. Nuestros sexos juegan a rozarse a la par de nuestras lenguas y dejamos de ser humanos para convertirnos en dos Dioses con el mundo a sus pies.
Vuelvo al asiento del copiloto y lo inclino hacia atrás para poder estar tumbado; le miro y reconozco que me da paz, y que folla bien. Inmediatamente, la idea de buscar paz choca contra mí como un tren a trescientos kilómetros por hora. No busco paz, busco a alguien que sane las heridas que no puedo sanar yo solo y no sé cuál de las dos ideas me horroriza más. Me odio a mí mismo por dejarme llevar por la imposición social de que otra persona pueda llevarse todo el dolor que hay dentro de mí y por romantizar cosas que no debería. Empieza a incomodarme su presencia, me siento mal pero no puedo evitar pensar en la persona que me gustaría que me llevase a casa esta noche.

En los felices años veinte de nuestra relación no solo me diste paz, también pusiste todo patas arriba y yo ya estoy perdiendo la esperanza de que alguien pueda volver a hacerlo. No me curaste ninguna herida, no era cosa tuya, pero me ayudaste a olvidarlas y las flores empezaron a estar un poco menos marchitas. Y cuando llegó la guerra jamás contada en los libros de texto no hicieron faltas trincheras, tanques ni misiles. Yo ya había perdido desde el principio.

sábado, 7 de julio de 2018

Esclavos.

Con ojeras que decidieron hace ya algún tiempo quedarse a vivir debajo de tus ojos observas, a través de otras almas, lo que ya no queda para ti. Mal humor hoy sí y mañana también, sumado a la agonía de querer y no poder; de aspirar pero jamás alcanzar. Bolsillos vacíos y alarmas de más en el móvil. Y es que parece ser que en una pecera donde el pez grande se come al pez pequeño ya has dejado de nadar, dejando que el agua meza tu cuerpo a su antojo. Ojalá algún día puedas volver a vivir de verdad. Ojalá algún día deje de sentirme tan culpable.



Resultado de imagen de art tumblr sad

jueves, 24 de mayo de 2018

Microcuentos. #3

17. 
Desde hace tiempo siento que me ahogo con la mayoría de personas que conozco. Contigo soy pez en el agua.

18. 
Sigo mirando nuestra misma foto sin querer aceptar que ahora nuestras caras salen borrosas en ella.

19.
Estoy aquí para acabar con la idea de que el tiempo nos condiciona en algo en cuanto a relaciones personales. He conocido a personas que en dos meses han cultivado más en mí que otras en diez años, y yo me niego a pensar que pueda existir alguien mejor antes de ti -o después-.

20.
— ¿Qué es lo que más te gusta de mí?
— Que haces que no me acuerde de quién soy.

21.
Me esfumo como el humo de un cigarro; como un lobo sin manada a punto de extinción. Y no voy a negar que me da morbo saber que no vas a volver a verme en tu vida y aun así nunca te vas a olvidar de mí.

22.
Doy la razón a todas las personas que me dijeron que cambiaría con el tiempo, ahora soy igual de hijo de puta que vosotros.

23.
Estás consiguiendo dejarme desnudo sin quitarme los pantalones y aún no sé si me gusta o estoy a punto de irme corriendo.

24.
Nunca quise asumir que somos como líneas tangentes: destinados a encontrarnos una vez para luego separarnos para siempre. 

viernes, 4 de mayo de 2018

Agua turbia.

Como el agua, los seres humanos estamos en constante cambio dependiendo del momento y lugar en el que nos encontremos. Nuestro recipiente está cambiando de forma constantemente; nos vamos amoldando a cada golpe, a cada emoción, a cada conocimiento adquirido, y ya jamás volvemos a un estado anterior. He oído por ahí que lo llaman "madurar", que forma parte del ciclo vital y que va acorde a la edad. Debo decir que, personalmente, odio dicha acepción. A mí me gusta decir que a lo largo de nuestra vida vamos acumulando recuerdos, conocimientos y experiencias en una especie de mochila imaginaria y que esta fusión se verá proyectada en cada uno de nosotros. Es por eso por lo que, como gotas de agua que rompen contra el suelo, no existen dos almas idénticas.
Cuando era pequeño pasaba minutos mirando al mar en la playa; siempre pensaba que el horizonte era el final del mundo y, cuando le preguntaba a mi madre qué había después de "esa línea", siempre me respondía que había más agua. Nunca me quedaba satisfecho con esa respuesta, no la entendía, pero no tardaba más de tres segundos en olvidarme de ello e irme a hacer castillos de arena que acabaría pisoteando. Yo era el claro ejemplo de agua cristalina, de agua recién depurada solidificada en el cuerpo de un niño de cuatro años. Era el ejemplo de pureza; una esponja preparada para empaparme de todo lo que la vida quisiera enseñarme.
Hoy ya sé lo que hay después del horizonte, llevo sin miedo algunas cicatrices mal curadas y mi mochila está a rebosar. Sin embargo, ya no soy ese agua transparente que fluía por los rincones más escondidos de la inocencia. Ahora tengo el cartel de "no potable" colgado en el cuello.


sábado, 14 de abril de 2018

"Eliminar contacto".

   — Entonces dices que no te gusta Descartes.
   Después de cuatro segundos de silencio incómodo en un bar cutre del centro, ha decidido que la mejor forma de romper el hielo es hablar de filosofía. Pues bien.
   — No, la verdad. — Doy un largo sorbo con la pajita al cubalitro por cuatro euros que hemos pillado gracias a una relaciones públicas muy simpática —. De la rama de epistemología es con quien menos de acuerdo estoy.
   En estos momentos soy consciente de que me estoy haciendo el listillo. Me gusta la filosofía y he leído y visto varios documentales de filósofos que me gustan como Nietzsche o Locke, pero de Descartes me acuerdo lo justo y de lo que estudié en Bachillerato. Sólo recuerdo que lo detestaba y por eso siempre voy proclamando que no me gusta, así que debí haberlo mencionado en alguna ocasión. Además, "epistemología", he tenido que quedar de puta madre. Mi yo interno está lanzándome besos con ojos en forma de corazón.
   — Ya... claro. — Dice con intención de cambiar de tema rápido. Como si estuviese a punto de enfrentarse a una batalla que sabe que no puede ganar —. Por cierto, estás guapísimo. A ver si no te me roban cuando vaya al baño.
   Esto va de mal en peor.
   — Ya lo sé, gracias.
   — Oh, ¡qué creído! Ja, ja, ja. 
   — No soy creído, pero tengo espejos en mi casa. — Estoy siendo borde y quiero que se note.
   — Venga, hombre. No te pongas así. Además, con esa carita puedes permitirte ser hasta un poquito estúpido. — Dice en un patético intento de tonteo.
   Tengo un máster en quedar con tíos gilipollas y cada vez lo reafirmo más. Es así. Es un don que obtuve al nacer. Otras personas saben dibujar, cantar, bailar, tocar el clarinete... Yo quedo con tíos que fingen interesarse por mí y mis aficiones con el fin de acostarse conmigo. Cada uno con lo suyo.
   Dejo pasar veintidós minutos exactos hasta que le pido la cuenta al camarero en tono de auxilio.
   — ¡¿Ya?! ¡Si me han traído esta cerveza hace cinco minutos!  — Exclama a quien vamos a llamar "mi cita".
   — Es que me tengo que ir. Se me olvidó decirte que operaban a mi tío y que le prometí quedarme con él toda la noche para hacerle compañía.
   Mentira. E, incuestionablemente, una excusa de muy mal gusto. Intento aliviar mi conciencia explicando que no se trata de nada grave y que lo más seguro es que en unos días le den el alta.
   — Si te esperas a que termine la cerveza te puedo acer...
   — ¡No hace falta, gracias! Cogeré un taxi, si de todas formas tampoco está tan lejos. — Le interrumpo mientras dejo un billete de diez euros en la barra donde hemos estado apoyados esta fatídica hora aun siendo consciente de que nos cobrarán algo más.
   — ¡Hasta otra! — Digo en tono acelerado y sin ningún tipo de acercamiento corporal. Me voy tan rápido que no le dejo ni despedirse.
   Salgo del bar un poco desubicado y lo primero que hago es coger el móvil del bolsillo de mi chaqueta marrón. 144 WhatsApps, la mayoría del grupo de mi clase. Puedo deducir que están hablando del examen de Estadística del martes. Los ignoro. Abro "Contactos", busco su nombre y... "Eliminar contacto". Adiós. Llamo a un taxi y no se demora más de cuatro minutos.
   Llego a casa, me ducho por segunda vez hoy, me cepillo los dientes, me pongo el pijama y me acuesto. No puedo decir que esté triste pero sí decepcionado. No por este chico, que al fin y al cabo tampoco tenía muchas expectativas depositadas en él, sino por el sentimiento de vacío que vuelve a mí como un boomerang cobrando, además, más intensidad cada vez que intento ahogar la falta de cariño en otros cuerpos humanos. Entonces recuerdo una de las pocas frases de Descartes que se me quedaron grabadas en la memoria; decía algo así como que una falsa alegría vale más que una tristeza cuya causa es verdadera. Puedo confirmar que odio a Descartes.

lunes, 19 de marzo de 2018

No me olvides.

Quiero que te acuerdes de mí un lunes a las siete de la tarde y un sábado a las tres de la mañana. Que escuches aquella canción que te recuerda a nosotros y me oigas cantando de fondo. Que cuando veas nuestra foto se te ponga la piel de gallina. Que cuando pases por nuestras calles, rincones y bares me sientas caminando a tu lado, aunque sólo sea alguna vez. Que cuando hagas el amor con otra persona se te olvide el significado de la palabra "amor" y te des cuenta de que ya no estoy en el lado izquierdo de la cama. Que cuando leas mis cartas sientas el pálpito de mi corazón en cada mililitro de tinta. Y que, cuando cierres los ojos, me sigas viendo.

Todos queremos ser y estar. Y aunque estar es importante, quizás somos más cuando no estamos y, aún así, seguimos siendo.

viernes, 19 de enero de 2018

Beso de despedida.

Sigo dando pasos en este camino hacia ti -o hacia tu cama-. Primero pasos de gigantes, luego algún que otro resbalón y ahora perdido en el bosque de pocos árboles y casi a oscuras que es tu corazón. Y yo sin brújula.
Te excusas en el dolor, explicándomelo, como si no hubiera vivido con él toda mi vida; sin entender que te entiendo, y que mis manos congeladas no tienen nada que ver con el ardor de mi alma. Manos que, por cierto, ya no sienten tu calor cuando las tocas.
Y yo que sigo sin conocer caminos cortos o atajos. Yo, que sigo sin saber si realmente quiero llegar a alguna parte y lo único que tengo claro es que no quiero tener que echarte de menos.
Esta vez el vino tinto se ha derramado en tu camisa blanca de lunares. La noche está acabando. Empieza a salir el Sol y, para tus ojos, quien deja de brillar soy yo.


martes, 2 de enero de 2018

Indomable.

Estoy de pie mirándoles a todos a los ojos. Ya no agacho la cabeza ni me asusto, ya no me escondo, ya no huyo ni me aferro. Me he cortado los pies con todos los cristales del camino, aún así he llegado aquí sólo y ojalá hubiese reconocido antes que necesitaba un poquito de ayuda, un poquito de amor; seguramente habrían menos heridas a flor de piel, heridas que no estoy seguro de si alguna vez empezaron a sanar pero que ya no temo llevar aunque sean feas. Me he acostumbrado a los golpes, a las noches más oscuras de lo normal y a la agonía de las siete de la mañana; y lo peor es que sigo creyendo que existe un lugar donde pueda quedarme y no querer salir corriendo. Ya no me puedes atrapar.



Resultado de imagen de art tumblr animal