Nunca se volvió a encontrar la calma después de aquel verano. Las rosas que llenaban de vida cada rincón, cada esquina, cada calle, se marchitaron; mientras que la tranquilidad quedó abatida por huracanes y tormentas. Ahora llueve. Mucho. Fuera y en mis ojos. Y es que aunque nunca hubo un invierno más frío, me quema ver la decadencia y el desastre a mi alrededor.
Pero qué puedo hacer yo, habitante de mis rincones, de mis esquinas y de mis calles, más que esperar al siguiente verano.
Nota recordatoria a mí mismo: no confundas días soleados con veranos, pero disfrútalos.
domingo, 25 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
Oxígeno.
Descubres que las noches son más divertidas cuando no las pasas solo, que ese examen de Historia de España no era tan relevante y que sigues vivo por muchas veces que le hayas dicho a alguien "sin ti me muero" y ya no esté. Te das cuenta de que nada es tan importante; que no existe la felicidad plena pero tampoco la infelicidad, sino momentos más felices que otros. Aprendes la importancia de rodearte de personas que te den oxígeno, que sumen y no resten, que no duelan. Por otra parte, dejas de creer en cuentos y llegas a la conclusión de que al fin y al cabo lo esencial que buscas en una persona es que te ponga -una sonrisa también- y te haga reír. Y está bien así.
He dejado muchas partes de mí en el camino para llegar a este tipo de conclusiones, pero ni siquiera me interesa volver atrás para recuperarlas. Me quiero así. Y me quiero desde cero.
miércoles, 26 de octubre de 2016
Eres tan mío y yo tan tuyo.
"Te quiero y te odio. Me gusta cuando ríes, sonríes y brincas de euforia porque, créeme, eres la persona que más me gusta ver feliz. A veces no te entiendo y creo que no quiero llegar a hacerlo nunca porque también me das miedo; eres el único capaz de destrozarme y lo peor es que sabes perfectamente cómo hacerlo. Al fin y al cabo, nadie me conoce como tú. Ni a ti como yo. Me encanta cuando brillas, cuando te revelas, cuando no te conformas, cuando luchas y cuando pisas fuerte; aún no he descifrado si me pareces muy débil o todo lo contrario pero me gusta abrazarte cuando lloras y también te quiero así. En algunas ocasiones te daba de hostias hasta quedarme sin manos, te gritaría e incluso te insultaría. Menudo niñato eres. Puto prepotente creído. Deberías quitarte esa máscara, ya no funciona igual que antes. A veces pienso que has crecido demasiado pronto y sí, vale, en algunas ocasiones puede estar bien, pero no te imaginas cómo disfruto cuando te comportas como un niño. Me gusta pensar que eres suficiente, perdóname si se me olvida cómo hacerlo demasiadas veces. De verdad, perdóname. Te gusta torturarme y aún no llego a entender por qué. Los dos sabemos que no quieres hacerlo, ojalá pudieses parar de una vez. Y aunque suela decir que te odio, en el fondo sabes que te quiero. Por muy hijo de puta que seas. Eres tan mío y yo tan tuyo y a veces somos tan contrarios... Ojalá algún día me enamore de ti."
Y estas fueron algunas de las muchas cosas que se me pasaron por la cabeza ese día mientras me miraba en el espejo.
martes, 18 de octubre de 2016
Nunca le he escrito al amor.
Despertarte cada día con café después de quedarme cinco minutos mirándote mientras duermes y que, cuando el Sol salga, te envidie por cómo brillas. Que la soledad sea sólo un mal recuerdo y que aprietes mi mano cuando sientas miedo. Cambiar tus llantos por gemidos y que, si alguna vez no puedes evitar llorar, te seques las lágrimas en el hombro de mi jersey. Que la playa sea nuestra mayor confidente y que bailemos aunque no tenga ni puta idea de cómo hacerlo. Que seas mío, sin dejar de ser tuyo, porque te quiero libre y a mi lado. Que rabies, pero de felicidad. Que soy un desastre, ya lo habrás comprobado, pero a quererte no me gana nadie.
Y en cuanto a mí, que nunca le he escrito al amor, que me sigas haciendo escribir sobre él.
Y en cuanto a mí, que nunca le he escrito al amor, que me sigas haciendo escribir sobre él.
domingo, 16 de octubre de 2016
Ahora quema.
Sediento de beatitud persigo cualquier claridad escondida en la opacidad de mi ser. La tanteo y me sumerjo en ella; se está bien aquí, parece que los monstruos no habitan bajo el destello de las estrellas fugaces. La lujuria roza mis labios y el ansia me oprime el pecho. Ya no me conformo. El fulgor me ciega, ya no sé está bien, ahora quema.
Y una vez más convierto en oscuridad la luz.
Y una vez más convierto en oscuridad la luz.
martes, 4 de octubre de 2016
Aunque parezcan de acero.

Me gustan las personas que se enamoran y no tienen miedo. O bueno, quizás un poquito. Pero les da igual; prefieren sufrir y coleccionar otra cicatriz antes que sentir a medias. Esas que entregan su corazón -aunque esté lleno de tiritas- y a veces se pasan de cursis.
Casi nunca me oiréis decir demasiadas cosas buenas sobre mí, y mucho menos escribirlas; pero yo soy una de esas personas. Y no os voy a mentir, a veces duele, pero juro por mi vida que el día en que muera tendré la satisfacción de no haberme quedado con las ganas de nada.
viernes, 12 de agosto de 2016
Me haré el duro.

¿Sabes esos momentos en los que dices: "no querría estar en ningún otro sitio que no sea aquí"? No respondas todavía.
lunes, 18 de julio de 2016
Golpes llenos de sangre.
Supongo que ir a contracorriente ha sido siempre lo mío, no por gusto o porque yo lo haya escogido; lo llevo en la sangre y no me ha quedado más remedio que lidiar con ello. Un error de fábrica, defectuoso, un huracán en plena erupción. No sé no saltarme las normas, ir en línea recta, mantener un orden, tener horarios o cadenas. Que la concepción de "vida perfecta" no va conmigo, que a mí me aburre. Que yo necesito saltar al abismo, tropezar cinco veces con la misma piedra hasta que me deje una cicatriz de por vida, lanzarme a la piscina sabiendo que está vacía y que me de igual el golpe porque me gusta saltar y sé que disfrutaré haciéndolo.
Pero, después de todo esto, sabiendo cómo soy y cómo suelo acabar con todo sigue habiendo una cosa que me martiriza: ser insuficiente. Ser insuficiente como para tener todo lo que digo que me "aburriría" tener; quizás me estoy convenciendo de ello porque me da miedo volver a construir castillos de arena que se derrumben con la primera ola. Porque así es como acaba todo lo que toco, todo de lo que formo parte. Y ojalá no tuviese que afirmarlo con tanta fuerza pero desgraciadamente no me queda nada de inocencia y se ha esfumado toda a base de golpes llenos de sangre. "Todo esto te hace más fuerte", no quiero ser fuerte, quiero ser feliz. Quiero dejar de tener que disfrutar a medias todas las cosas buenas que me pasen, sabiendo que son momentáneas, que no me pueden pasar a mí. Y en efecto, nunca me equivoco. Quiero derretir esta coraza, quiero dejar de vivir disfrazado de lobo y ocultar todo lo que hay en mi interior, lo que realmente soy. Y que nunca se olvide que detrás de las garras se esconde un corazón.
Pero, después de todo esto, sabiendo cómo soy y cómo suelo acabar con todo sigue habiendo una cosa que me martiriza: ser insuficiente. Ser insuficiente como para tener todo lo que digo que me "aburriría" tener; quizás me estoy convenciendo de ello porque me da miedo volver a construir castillos de arena que se derrumben con la primera ola. Porque así es como acaba todo lo que toco, todo de lo que formo parte. Y ojalá no tuviese que afirmarlo con tanta fuerza pero desgraciadamente no me queda nada de inocencia y se ha esfumado toda a base de golpes llenos de sangre. "Todo esto te hace más fuerte", no quiero ser fuerte, quiero ser feliz. Quiero dejar de tener que disfrutar a medias todas las cosas buenas que me pasen, sabiendo que son momentáneas, que no me pueden pasar a mí. Y en efecto, nunca me equivoco. Quiero derretir esta coraza, quiero dejar de vivir disfrazado de lobo y ocultar todo lo que hay en mi interior, lo que realmente soy. Y que nunca se olvide que detrás de las garras se esconde un corazón.
miércoles, 22 de junio de 2016
Yo nunca pasé página.
Yo nunca pasé página. No sé para qué iba a querer hacerlo, si me encantaba esa. De arriba a abajo y con su esquinita doblada. La habría leído mil y una vez, y en todas ellas habría sonreído como un niño pequeño al principio y me habría ahogado entre lágrimas al leer sus últimas líneas. Así que no; yo nunca pasé página, ni quise hacerlo. A mí me obligaron a arrancarla.
sábado, 11 de junio de 2016
Caballos salvajes.
Quiero correr por una playa donde no haya nadie. De arena blanca y agua templada. Desnudo. Y gritar, con el Sol en la cara y una pequeña brisa. Quiero correr hasta encontrarme; encontrar a esa persona que se ilusionaba con cualquier cosa y le brillaban los ojos con esa inocencia que ha sido destruida a golpe y porrazo. Quiero seguir corriendo hasta sentirme fuerte, hasta dejar de romperme un poquito más cada noche al dar las doce y depender únicamente de mí. Quiero correr hasta que deje de dolerme el pecho, hasta que todos los pedazos vuelvan a unirse y todas las heridas cicatricen.
Y ahora creo que nunca quiero dejar de hacerlo. Quiero correr toda mi vida. Cada vez más rápido y con más fuerza. Disfrutar del camino y de los que corren conmigo. De los que me vieron caer y me ayudaron a ponerme en pie. Disfrutar de ser libre, de ser feliz. Y de que nadie pueda decirme que no, porque ahora hay cientos de caballos salvajes corriendo dentro de mí.
Y ahora creo que nunca quiero dejar de hacerlo. Quiero correr toda mi vida. Cada vez más rápido y con más fuerza. Disfrutar del camino y de los que corren conmigo. De los que me vieron caer y me ayudaron a ponerme en pie. Disfrutar de ser libre, de ser feliz. Y de que nadie pueda decirme que no, porque ahora hay cientos de caballos salvajes corriendo dentro de mí.
domingo, 8 de mayo de 2016
Pero si toca hablar de ser fuertes...
El problema no está en llorar; llorar está bien. Tampoco está en querer gritar, en necesitar un abrazo o en tener una crisis de ansiedad y que mi habitación cada vez sea más estrecha. Desahogarse y pedir ayuda también está bien, de hecho, es necesario. Nadie es menos fuerte por decir: "necesito despejarme, ¿podemos ir a tomar algo?". Pero si toca hablar de ser fuertes, yo no voy a decir si lo soy o no; probablemente no lo sea. Y sí, puede que sea lo que sea que nuble mi mente sea un grano de arena en comparación con lo que están pasando otras personas. Puede que sean problemas de mierda, o quizás no. Yo lo único que sé es que hay días que no sé cómo levantarme de la cama, y eso es lo que no está bien.
sábado, 16 de abril de 2016
Todavía no estoy superando.
Está bien decir "no estoy bien". Y pedir ayuda, y necesitarla. Está bien pedir tiempo, incluso exigirlo. Al fin y al cabo siempre hay algo que hace olvidar -o alguien-.
domingo, 3 de abril de 2016
"Ya lo había superado."
El Sol empezaba a esconderse y su pelo seguía un poco húmedo por la ducha. Se estaba acabando de maquillar y no podía dejar de pensar en lo radiante y explosiva que estaba esa noche. Se sentía poderosa, al control de la situación. Sonó el timbre y terminó de pintarse los labios de un rojo intenso, lanzó un beso al espejo, se echó perfume -más de lo normal- y fue a abrir la puerta. Fue un saludo incómodo, no tenía claro cómo irían las cosas pero estaba evadida por la euforia de esa noche. Bajaron por el ascensor y no dejaron de mirarse a los ojos mientras hablaban del frío que hacía esa noche y de lo bien que le sentaban esos vaqueros. Se subieron en el coche y fueron a cenar. La euforia desapareció cuando se besaron justo antes de entrar al restaurante. Una vez allí no dejaron de hablar, bueno, ella escuchaba y él hablaba casi todo el rato. Entrelazaron los dedos y ella sólo quería irse de allí. Se sentía mal, quería dejar de mirar de un lado a otro por si le veía, quería dejar de desear que la persona que estaba cenando justo en frente de ella fuese la misma persona que le enseñó ese restaurante y le dejase rota unos meses después. Pero no, no podía irse; sería sinónimo de perder otra vez, quería dejar de ser la débil, la que lloraba por las esquinas recordando cada momento. Ella ya lo había superado -o eso quería hacer creer al resto, pero sobre todo, eso es lo que quería hacer creer a ella misma.-
Con los ojos rojos sonrió y fueron a beber al primer pub que pillaron, sonaba "Carolina" de M-Clan cuando decidieron ir a casa a tomar la última.
Tomaron un chupito y fueron a la habitación sin dejar de besarse. Se puso encima de él y se quitaron la ropa en menos de lo que empezaron a gemir. Follaron de la forma más fría que había experimentado nunca, una y otra vez. Su corazón latía muy rápido y no podía evitar sentirse sucia cada vez que proyectaba su imagen en la persona que se estaba adentrando en ella.
Con los ojos rojos sonrió y fueron a beber al primer pub que pillaron, sonaba "Carolina" de M-Clan cuando decidieron ir a casa a tomar la última.
Tomaron un chupito y fueron a la habitación sin dejar de besarse. Se puso encima de él y se quitaron la ropa en menos de lo que empezaron a gemir. Follaron de la forma más fría que había experimentado nunca, una y otra vez. Su corazón latía muy rápido y no podía evitar sentirse sucia cada vez que proyectaba su imagen en la persona que se estaba adentrando en ella.

Podían tocar todas las partes de su cuerpo, podían besar cada rincón y podían morder cada esquina, pero ninguno era ya capaz de tan siquiera rozar su alma.
martes, 8 de marzo de 2016
¡Huye!
Era una reina con corona imaginaria. Deslumbraba allá donde fuese. Cabeza alta y su autoestima también. Su vida seguía una línea recta: amigos perfectos, pretendientes insuficientes -y cuántos...-, la líder de su clase y la envidia del pub. El consuelo de muchos y la perdición de otros. El hechizo de su sonrisa, que curaba penas y corazones rotos. Todos la adoraban, y todas. Era de esas personas que se quedan grabadas desde el primer momento en el que miran a los ojos, de las que tienen la capacidad de calar. Era magia. No caminaba; daba pasos de gigante con sus botas y su chaqueta vaquera. Confiaba en un par de personas, pero sobre todo en ella, y estoy seguro de que esa era su mayor característica. Pisaba fuerte. Tanto que dejaba huella. Parecía inaccesible, un huracán. Incapaz de pertenecer a nadie más que a ella misma,
Entonces ella le conoció y su sonrisa ya no brillaba, las ojeras no daban lugar a la luz de sus ojos y, con cada paso que daba, se clavaba aún más los pedazos en los que había quedado su corazón.
Cuidado, reina. ¡Huye! Que te caes de tu trono.
martes, 23 de febrero de 2016
No te vayas.
Novena calada y quinta copa de Ballantine's. Sábado. Tres y diez de la madrugada. Amigos.
Otra noche más pensando en ti, por lo visto da igual dónde esté. No soporto esta música, pero bailo. Trato de olvidar cada caricia y cada mordisco en el cuello, otra vez. Fotos con flash. Fatiga. Guiños. Esperanza a cachos. Risas que esconden gritos, sonrisas que esconden lágrimas. Luces intermitentes. Veo borroso. Pintalabios rojo mate en la mejilla y alguna que otra copa derramada en mi camisa blanca. Ahora frío, ahora calor. Ochenta y cuatro WhatsApps, da igual. Tres por ciento de batería. Joder.
Yo me voy de aquí. De repente, labios nuevos. ¿Quién eres? No importa. Taxi. Habitación de hotel. Ahogo cada sollozo en gemidos. Sus manos se parecen a las tuyas. Sol. Despedida incómoda. Llanto. Siento no haberte pedido, cuando pude, lo que dicen unidas las primeras letras de cada renglón.
*Sólo es posible verlo desde un ordenador.
Otra noche más pensando en ti, por lo visto da igual dónde esté. No soporto esta música, pero bailo. Trato de olvidar cada caricia y cada mordisco en el cuello, otra vez. Fotos con flash. Fatiga. Guiños. Esperanza a cachos. Risas que esconden gritos, sonrisas que esconden lágrimas. Luces intermitentes. Veo borroso. Pintalabios rojo mate en la mejilla y alguna que otra copa derramada en mi camisa blanca. Ahora frío, ahora calor. Ochenta y cuatro WhatsApps, da igual. Tres por ciento de batería. Joder.
Yo me voy de aquí. De repente, labios nuevos. ¿Quién eres? No importa. Taxi. Habitación de hotel. Ahogo cada sollozo en gemidos. Sus manos se parecen a las tuyas. Sol. Despedida incómoda. Llanto. Siento no haberte pedido, cuando pude, lo que dicen unidas las primeras letras de cada renglón.
*Sólo es posible verlo desde un ordenador.
martes, 26 de enero de 2016
Pasos en vano.
Es domingo por la tarde. Se supone que tendría que estar estudiando para mi próximo examen de Historia, pero el silencio de mi habitación da volumen a las voces en mi cabeza, y el tercer café del día se ha quedado demasiado frío. Me levanto de la silla del escritorio y me cambio de ropa: chaqueta de cuero, unos vaqueros rotos y las botas. Cojo mis auriculares, salgo de casa y empiezo a pasear; al principio sin rumbo, pero luego tengo claro dónde quiero ir. Evadido por la voz de Liam Gallagher siento, de repente, cómo una mano toca mi hombro izquierdo. Me quito los auriculares mientras me giro; es un viejo amigo al que no veía desde hace meses. Hablamos durante aproximadamente diez minutos y me pregunta en repetidas ocasiones qué me pasa, que parezco triste, a lo que yo insisto en que nada, que estoy bien y que no entendía de dónde sacaba eso. Continúo andando, y no dejo de darle vueltas a la conversación que acababa de tener; no mentía cuando le decía que no me pasa nada. Aunque quizás ese sea el problema, que no me pase nada. De pronto, innumerables preguntas pasan por mi cabeza: ¿somos felices por el simple hecho de no estar tristes? No paro de comparar con quebranto mi vida de antes -cuando considero que sí era realmente dichosa- con la de ahora, ¿se supone que soy feliz porque no me pase nada malo? Frunzo el ceño y subo el volumen de la música, empieza a chispear pero deja de hacerlo en unos minutos y yo sigo caminando. Llego a mi destino: un faro. Un faro que guarda un secreto y me teletransporta directamente al pasado. Me siento en una de las rocas de enfrente, mirando hacia el mar. Estoy cansado y pienso en todo lo que he tenido que caminar para llegar allí, qué paradoja, he recorrido kilómetros para reencontrarme con vivencias del pasado. Esto me da que pensar, y llego a la conclusión de que a veces, la vida es así. Por muchos pasos que demos, caminar no siempre significa avanzar.
jueves, 21 de enero de 2016
Dietro casa.
Frío en los huesos, música de piano y una mirada perdida obstinada en mirar atrás.
Desnudo ante un nuevo yo al que no entiendo, que cada vez exige más y se conforma menos; ante una vida que me deja indiferente, me hastía y no me sacia.
¿Es mejor no sentir nada a sentir dolor?
lunes, 11 de enero de 2016
Cinco minutitos más.
Necesito sentir algo y dejar atrás este vacío. Nada consigue llenarme, ni siquiera a la mitad. Que sí, que no andar llorando por las esquinas y no tener pesadillas cada noche está muy bien, pero tal vez un sentimiento negativo sea mejor que la total indiferencia.
Felicidad momentánea que muere al llegar la noche y en algún que otro momento del día, cuando mi mente se burla de mí y me envuelve entre recuerdos. Lo peor es que no me duele. No siento nada. Sólo me doy cuenta de que esa felicidad es prestada, y que su precio es darme de morros una y otra vez contra la pared de la realidad, mi realidad.
Vete, pero quédate cinco minutitos más. Sigamos fingiendo, que se te da muy bien.
Tranquilo, seguiré muriendo por ti -y tú por él-.
Felicidad momentánea que muere al llegar la noche y en algún que otro momento del día, cuando mi mente se burla de mí y me envuelve entre recuerdos. Lo peor es que no me duele. No siento nada. Sólo me doy cuenta de que esa felicidad es prestada, y que su precio es darme de morros una y otra vez contra la pared de la realidad, mi realidad.
Vete, pero quédate cinco minutitos más. Sigamos fingiendo, que se te da muy bien.
Tranquilo, seguiré muriendo por ti -y tú por él-.
viernes, 1 de enero de 2016
Dos mil dieciséis pedazos.
Posaba su mirada en el suelo en la última hora de clase, a las cinco. Ese día no había dejado de escuchar aquella canción que le recordaba a él, esa que siempre cantaban en el coche y después de follar. Se sentía estúpida cada vez que sonaban las notas de piano con las que empezaba y no podía evitar que una alboroza sonrisa se escapase de entre sus rojos y agrietados labios, ya secos. 'No, es un capullo, que le den', la maldita frase que se repetía una y otra vez en su cabeza, ¿a quién intentaba engañar? Estaba rota, en dos mil dieciséis pedazos. La triste expresión de su rostro aún aludía las letras de su nombre, menos mal que disimular los golpes y disfrazar las grietas es algo que tenía más que aprendido. Ella tenía claro que no quería que él volviese a su vida, que la siguiese destruyendo día tras día. Parecía valiente, pero a través de su inocente mirada se podía ver fácilmente el miedo que sentía de querer a alguien. De hecho, no quería querer a nadie. Sabía que no existía quien pudiese hacerle temblar como lo hacía él con sólo mirarla, excitarla con sólo tocarla, hacer que su corazón vaya a la velocidad de un huracán. Ninguno era ya suficiente.
Seguro que ella volverá a enamorarse, pero las cicatrices son cicatrices y, por muy curadas que estén, no dejan de ser la marca de una herida, el olvido de su sonrisa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)